Contás bien tus logros… ¿o suenan a autobombo disfrazado?
Si no aprendés a narrar tu éxito sin parecer un vendehumo, terminás siendo uno más en el feed.
Una vez me dijeron que ser humilde era no hablar de uno mismo.
Una idiotez pelotudez atómica.
Porque si vos no contás lo que hiciste, otro lo va a contar peor. O peor: nadie lo va a contar.
Pero claro, ahí estás vos, frente a la pantalla, queriendo postear algo en LinkedIn, con ese nudo en la panza que dice:
"No quiero parecer agrandado."
Te entiendo.
Me pasó mil veces.
Y a muchos de mis mentees también.
Algunos con logros que literalmente les cambiaron la vida, y sin embargo no se animaban a compartirlos.
El miedo al "qué dirán" es más fuerte que el orgullo de haberlo logrado.
Y así estamos.
Llenos de gente que trabajó a destajo, que superó crisis, que se reinventó tres veces, pero no se anima a decirlo porque le da vergüenza brillar.
¿Querés saber qué es realmente arrogante?
Creer que tenés que esconder tu historia para que te quieran.
Te lo digo con amor, pero sin filtro: si no aprendés a contar tus logros con autenticidad, se te va a ir la vida esperando que alguien te reconozca.
LinkedIn está lleno de "humblebrags".
Ese tipo de posteos que arrancan con un "No suelo compartir esto pero..." y terminan con una foto en Dubai y 45 hashtags.
Eso no es humildad. Eso es estrategia mal disimulada.
La clave no está en ocultar, sino en contextualizar.
No digas que aumentaste las ventas un 30%.
Contá que lo hiciste en medio de una crisis económica, con el equipo partido y sin un mango.
No digas que te eligieron como speaker en un evento.
Contá cómo te transpiraban las manos antes de salir al escenario porque era tu primera charla presencial después de 3 años atrás de la pantalla.
Contá la historia, no sólo el logro.
Eso conecta. Eso emociona. Eso enseña.
Y si todavía tenés miedo de sonar soberbio, aplicá la técnica del crédito distribuido: por cada logro tuyo, destacá dos cosas que hizo alguien más.
No porque quede bien. Sino porque es real: nadie llega solo.
¿Querés otra estrategia que no falla?
Hablá desde el proceso. Desde el error. Desde el "no sabía cómo mierda hacer esto pero me mandé igual". Esa vulnerabilidad bien usada, lejos de debilitarte, te convierte en referente.
Hace poco, una mentee publicó por primera vez una historia de agradecimiento real. Algo que había guardado a la sombra durante años por miedo a que la tilden de "presumida". El resultado: 150 comentarios, varios mensajes de ex colegas, y una reconexión con su autoestima profesional.
Porque lo que no contás, se olvida.
Y si se olvida, es como si nunca hubiera pasado.
Hoy más que nunca, comunicar tu historia no es un lujo. Es una necesidad estratégica.
La buena noticia es que no necesitás ser escritor, ni tener 100K de seguidores, ni poner cara de gurú en las fotos. Lo único que necesitás es la decisión de dejar de esconderte.
No es narcisismo, es visibilidad.
No es autobombo, es inspiración en formato storytelling.
No es vender humo, es contar lo que hiciste para que otros vean lo que también pueden lograr.
Y si te da miedo, mejor. El miedo es señal de que vas por algo importante.
Como siempre les digo a mis mentees: el verdadero éxito no es lo que lograste, sino lo que podés enseñar desde eso.
Así que la próxima vez que tengas dudas sobre contar o no contar un logro, preguntate esto:
Si alguien que está 5 años atrás en el camino leyera esto, ¿podría aprender algo que le evite un golpe?
Si la respuesta es sí, publicalo.
Y que se jodan los que no entienden la diferencia entre ego e inspiración.
Abrazo grande,
Isma
P.D.: Si te cuesta encontrar ese punto justo entre visibilidad y humildad, en mis sesiones 1 a 1 lo trabajamos con ejemplos, templates y storytelling hecho a medida (y si, con un segundo cerebro digital con IA que escribe mails y post como este). Me escribís y lo vemos.